
Inducir al clímax en la seducción
junio 13, 2017
Reconocer la antiseducción
junio 13, 2017La seducción no es un hechizo, es un “encantamiento”:
Durante el proceso de seducción no somos nuestro “yo normal”.
Realzamos nuestra presencia, representamos más de un papel y escondemos estratégicamente nuestras inseguridades y nuestros miedos.
Bajo ese hechizo la persona seducida puede verse transportada fuera del mundo del trabajo y de la responsabilidad ,mantener esta excitación en el tiempo tanto como podamos eleva la tensión, estimulando la emoción por compartir una bella historia .
Con el tiempo será casi inevitable que surja “el desencanto”.
A la liberación de tensión le sucede un descenso de excitación y energía que puede verse en nosotros o en la víctima aun cuando lo que está pasando sea completamente natural .
Si esto sucediera nos tocaría ocuparnos de la realidad y no de la fantasía con tácticas para evitar este efecto secundario:
Combatiendo la inercia: Para desencantar a las víctimas es suficiente con que sientan que cada vez uno se esfuerza menos.
Centremos en ellas nuestra atención combatiendo la tendencia a dejar que las cosas acaben en rutina y en comodidad.
Sólo la estrategia y el esfuerzo vencerán la inercia.
Conservando el misterio: La familiaridad es la muerte de la seducción.
La realidad no es seductora y sin una pizca de incógnita se disuelve la tensión erótica.
Mantengamos algún rincón oscuro, utilizemos algunas ausencias para resquebrajar el apego…
Manteniendo la frivolidad: La seducción es un juego, no un asunto de vida o muerte. Debemos evitar controlar a la otra persona con sermones y quejas y mantener una actitud jovial con pequeños trucos para complacerla y deleitarla indulgentemente.
Jamás debemos intentar cambiar a la persona deseada sino inducir a que siga nuestra guía.
Cuando el final es inevitable :
Una vez que nos sintamos desencantados y sepamos que ya no hay nada, lo mejor es poner punto y final sin pedir una disculpa pero si con afecto y respeto.Una separación rápida suele ser más rápida de superar, que esperar a que se consuma la relación y nos resulte incomoda.
No prosigamos jamás por una falsa lástima. Es más compasivo efectuar una ruptura a tiempo.